—Tuchelle
Había una mujer llamada Laura, que cada vez que encendía un cigarro decía con voz de doncella en misa: “Yo me asusto cuando fumo.”
Lo decía sin falta y omo quien repite una oración aprendida por culpa.
—“Yo me asusto cuando fumo,” le dijo a Tuchelle una tarde tibia, mientras el viento olía a fruta podrida y posibilidad infinita.
Tuchelle, que venía de bautizar una tostadora y exorcizar un espantapájaros misógino,
la miró con ojos de bisturí emocional.
Y le preguntó:
—“¿Y te asustas por el humo… o por la verdad que te sale con él?”
Laura se quedó en silencio.
Tragó saliva como si fuera fuego.
Y luego repitió el rezo inútil:
—“Es que yo me asusto cuando fumo…”
Fue entonces que Tuchelle se levantó.
Sacó una pizarra que no existía, y con tiza invisible empezó a dar una cátedra impromptu de Existencialismo Aplicado a la Autocensura Cotidiana.
—“Fumar, Laura, no es el problema. El miedo es tuyo, no del cigarro. Y cada vez que lo enciendes, lo que ves no es humo: es tu alma, desesperada por encarnarse en algo.”
Laura comenzó a temblar.
Se le cayeron los lentes de autoengaño.
El cigarro humeaba, sí, pero ahora el miedo tenía forma.
—“El susto no está en el fuego, sino en lo que revela. Te asustas porque durante cinco segundos de inhalación, dejas de ser víctima y te conviertes en autora.”
—“Yo... yo sólo quería una fumadita casual,” murmuró Laura, ya con voz de quien cae en su propia trampa semántica.
Tuchelle no tuvo piedad:
—“Pues lo lamento, nena. Aquí no hay consumo sin conciencia. Cada cigarro que prendes es un espejo que arde. Y tú no estás lista para verte en llamas.”
Laura colapsó filosóficamente.
Tuvo una crisis existencial tan intensa que los árboles cercanos perdieron las hojas de puro respeto.
Acto seguido, se arrancó la blusa de yoga para principiantes, rompió su agenda de autocuidado higiénico y declaró:
—“¡Renuncio! ¡Ya no quiero ser parte de los Voladores de Papantla!”
Todos se quedaron en silencio.
Porque Laura nunca había sido parte de los Voladores. Pero entendieron.
Renunciaba a dejarse amarrar y a girar sin voluntad propia.
Desde entonces, se cuenta que Laura fuma cuando le da la gana. Y que cada vez que alguien dice “me asusto cuando fumo”, ella aparece, en bata de leopardo, con Tuchelle flotando detrás de ella como holograma teológico, y dice:
“Entonces fúmate el miedo, pendeja. Y exhala libertad.”

