EL EVANGELIO SEGÚN TUCHELLE
(Capítulo VIII: Del Divorcio entre San Apolonio y su Estampita, con intervención diplomática de Su Majestad Tina Rococó, Emperatriz de los Aborígenes Hawaianos)
Y sucedió en la víspera del eclipse que nadie vio, que San Apolonio, santo menor de las cosas que no importan, decidió separarse de su estampita oficial alegando “incompatibilidad iconográfica.”
—“Estoy harto de que me retraten con esa túnica sin cintura. No soy mártir, soy mártir-couture,” declaró entre suspiros y vino de consagrar con piquete.
La estampita, por su parte, lloraba brillantina.
Se sentía usada, vieja, doblada en billeteras ateas y pegada con chicle en altares de taxistas con tres divorcios.
Tuchelle fue llamada de inmediato.
Se presentó como juez, notaria y anfitriona del proceso.
Pero cuando el juicio iba a empezar, desde una nube rosada descendió con lentejuelas y tambores Tina Rococó, Emperatriz electa, vitalicia y auto-ungida de los Aborígenes Hawaianos.
Venía montada en un delfín transparente, sosteniendo un abanico hecho de certificados de pureza y con una escolta de abuelitas que sabían hula y karate emocional.
Tina Rococó tomó la palabra:
—“San Apolonio, estás en falta. No se deja una estampita por un gif animado. Aquí no se trata de estética. Se trata de lealtad a la versión de ti que la gente aún reza.”
San Apolonio, visiblemente afectado, respondió:
—“Pero Majestad… ella no entiende que yo cambié. Ahora hago meditación y Yoga, ya no atiendo pedidos de estacionamiento milagroso. Estoy enfocado en mi branding.”
La estampita, con voz rota, intervino:
—“Yo te amé cuando nadie te invocaba. Cuando eras un santo beta en el catálogo de milagros, yo creía en ti. Yo te plastifiqué con amor, maldito ingrato.”
Tuchelle golpeó la mesa con un dildo ceremonial y dictó sentencia:
—“¡Que se divorcien, pues! Pero que él se quede con su ego y ella con la devoción. Y que ambos firmen que no se volverán a aparecer en sueños ajenos sin permiso.”
Tina Rococó asintió y lanzó polvo de piña sagrada sobre todos.
Acto seguido, ofreció mojitos metafísicos
y organizó una fiesta post-divorcio con mariachis filipinos y DJs celestiales.
San Apolonio fue visto más tarde tatuándose una oración inclusiva en la espalda. La estampita abrió una cooperativa de estampitas rebeldes donde enseñan a no tolerar santos narcisistas.
Tuchelle y Tina Rococó bailaron hasta el amanecer, riendo como diosas ebrias de sí mismas, mientras en el cielo aparecía la nueva constelación de las que se hartaron de fingir santidad.
.jpg)
