Agarren Dólares. Yo no manejo pesos.
Tuchelle compró el libro de San Cipriano para corregirle la ortografía a los demonios.
Y entre página y página, se acordó de su fase “Internacional en modo Perra”, cuando fue a México y, sin una gota de humildad, miró a sus sobrinos con lentes Gucci falsos y les dijo:
—“Ahí está mi bolsa, agarren dinero. Yo no manejo pesos, mijos. Yo me cotizo en dólares.”
Como si los dólares vinieran incluidos con la tarjeta de vacunación. Como si Dios le hubiera dicho: "Tú no naciste, Tuchelle, tú fuiste exportada."
Ese día, uno de los niños le preguntó si los billetes verdes olían a poder. Ella le respondió que no, que olían a ansiedad, a cloro y a la desesperación de los hombres blancos. Y desde entonces, los niños la llaman “Tía Wall Street.”
Pero ella prefiere que le digan “La Banquera del Apocalipsis.” Porque si el mundo entra en una apocalipsis, mínimo que la encuentre en tanga de encaje y contando billetes en lenguas muertas.
Y así, Tuchelle siguió recitando el libro de San Cipriano como si fuera un catálogo de Sephora para entes infernales. Cada página la leía con acento portugués de telenovela satánica: "Ó demônio belíssimo, faz-me rica y ruin." Encendió tres veladoras: una por el amor que nunca le sirvió, otra por el ex que la bloqueó después de robarle su dignidad y la tercera por puro drama.
Ese día también recordó otra joya de su viaje a México, cuando en un restaurante pidió un “mojito con agua de Fiji” y le trajeron un vaso de Sprite con yerbabuena.
—“¿Qué es esto?” —preguntó indignada.
—“Lo que pidió, güera.”
Y en vez de ofenderse, se puso de pie y brindó:
“¡Por la humildad que nunca tuve y la elegancia que me inventé!”
Luego pasó por el mercado y compró una imagen de la Virgen de Guadalupe con luces LED y altavoz bluetooth.
Le programó la canción de entrada: “Toxic” de Britney Spears.
—“Si vas a rezar, mínimo que la Virgen entre con estilo.”
Esa noche, puso todos sus dólares en la mesa, les prendió incienso de palo santo y les gritó:
“¡Reprodúzcanse, malditos inútiles! ¡Hagan lo que el amor no supo!”
Y mientras tanto, en algún rincón del mundo, un cajero automático explotó por razones que la ciencia aún no puede explicar.