La Herejía de Ramón y el Dildo de Mármol con Luz LED

Y aconteció que Tuchelle, contra su voluntad y con la paciencia perforada por la herejía, fue vista entre gentuza en una charla obligatoria donde se finge socializar mientras uno muere lentamente por dentro.

Allí, un tal Ramón, con la testosterona hecha doctrina y el raciocinio en huelga, se atrevió a soltar:

Las mujeres trans no son mujeres porque la biología no miente.

Tuchelle parpadeó con lentitud, como lo hacen los felinos antes de desgarrar.

¿Tú sabes lo que es CRISPR, Ramón? ¿Sabes lo que es una proteína Cas9? ¿Has sostenido un microscopio más de tres minutos sin confundirlo con un consolador de precisión óptica? ¿Has leído sobre la epigenética o nomás te guías por memes de Jordan Peterson?

Pero el infame persistió, como todos los necios antes de ser iluminados o eliminados:

Pues técnicas de modificación de secuencia genérica, clonación, células madre, entre otros, serán en el futuro la verdadera puerta a una transición a nivel biológico y genital interno para considerar que alguien de un sexo ha transicionado íntegramente al sexo opuesto. Pero mientras la ciencia médica avanza a ese punto, lo que hay hoy en día son hombres biológicos viviendo de la fantasía de la ideología de género...

Tuchelle no respondió de inmediato. Se limitó a abrir un pequeño frasco donde almacenaba antimateria. Una gota cayó al suelo y el tiempo se condensó como leche cortada.

Todo se hizo uno: la furia de los astros, la descomposición de los átomos, el enojo de cada trans muerta por ignorancia, la luz de mil años convertida en lenguaje ofensivo.

Tuchelle, con la energía oscura en sus manos, dobló el espacio-tiempo hasta el tamaño del ano de Ramón —científicamente comprobado que puede dilatarse hasta diez centímetros, y por el cual, según registros del Instituto Tuchelliano de Biología Ficticia, puede pasar un mapache, aunque no voluntariamente.

Allí, Tuchelle viajó al día anterior al nacimiento de Copérnico.

Y les dijo a los aldeanos:

—Mañana nacerá Copérnico. Él les mostrará que la tierra no es el centro del universo, ni plana, ni la excusa de su ignorancia.

A lo que un ancestro de Ramón, igual de bruto pero con más peste a estiércol, le respondió:

—Si, en un futuro a nivel ‘natural’, la tierra será redonda, pero aún Copérnico no nace, así que la tierra es plana. Ahora oremos a Dios para que nos mande lluvia y mejores nabos.

Fue en ese instante cuando Tuchelle sacó de su bolso negro —del cual una vez salió una licuadora, tres ratones amaestrados y un panqué de chocolate con ansiedad— un dildo de mármol blanco, coronado con luces LED intermitentes y aroma a lavanda.

El pueblo cayó en reverente silencio. La muchedumbre quedó impactada por el fulgor del artefacto fálico, y uno que otro se desmayó, gritando: “¡Milagro! ¡Milagro!”.

Tuchelle pensó en explicar la fotónica de los LEDs, el semiconductor, el espectro azul, pero mejor eligió romperles el hocico a todos mientras sonaba de fondo una mezcla de techno con cantos gregorianos.

Y así fue como Tuchelle, hija de la irreverencia, madre de la ciencia, y tía incómoda de la filosofía, consagró su desprecio como doctrina y su dildo como símbolo sagrado.

Amén.