Querido Tino,

No sé qué día es hoy. Podría ser martes, o el inicio del fin del lenguaje. No importa. Solo quiero contarte que he visto a Dios gatear por la alfombra de mi sala y pedirme un cigarro. Le di uno, pero no tenía encendedor. Así que lloró.

Desde entonces, Tuchelle no duerme. Dice que dormir es una forma burguesa de suicidio. Que si no estás despierto a las 3:33 am oyendo los grillos mentales de la decadencia humana, entonces no mereces el alba.

Ayer, Tuchelle adoptó un cuervo. Lo llamó Schopenhauer. Le enseñó a gritar “¡El mundo es voluntad y representación, hijos de su shingada madre!” cada vez que pasaba un niño en bicicleta. Hoy el cuervo ya no está. Dice Tuchelle que trascendió. Yo creo que se cansó de tanta filosofía sin alpiste.

El otro día fuimos a misa. Sí, a misa. Porque Tuchelle dice que el infierno es más elegante cuando lo bendices primero. Interrumpió al cura. Le gritó que Cristo era el primer anarquista transdimensional y que la hostia sabe a cartón porque Dios ya no vive allí. El cura lloró. Una señora vomitó en su bolso.

En la oficina, Tuchelle redacta informes con tinta invisible y firma con nombres que no existen. Dice que solo los verdaderos pueden leerlos. Cuando la jefa le preguntó por qué no entregó el reporte, contestó: “Está en el plano etérico, estúpida”.

Fundamos un club secreto, Tino. Se llama Las Hermanas del Eterno Retorno. Para pertenecer hay que llorar por Nietzsche, destruir una selfie y luego maquillarse con la furia del Apocalipsis. Solo hay una miembro activa. Yo. Y a veces, cuando me siento sola, también dejo que entre Tuchelle.

A veces pienso que estoy muerta, pero el espejo insiste en devolverme esta cara maldita que me sigue mirando con miedo. 

El otro día Tuchelle me preguntó si quería que me matara. Le dije que no. Que me preparara un té. Puso mezcal en una taza rota y me lo dio con una flor de diente de león. Vomité estrellas.

Y ahora te lo confieso, Tino, porque tú mereces saberlo:

Yo soy Tuchelle.
Yo me convierto en ella cuando fumo la vida.

Con horror y ternura,

Regina Torino.